La concepción de la muerte para el mundo prehispánico ha sido objeto de números estudios, con la finalidad de poder comprender la manera en la que nuestros ancestros concebían el mas allá. Dentro de las creencias mesoamericanas y según cuenta el Popol Vuh, al principio todo era un gran vacío, sin vida hasta que un día los dioses decidieron que era el momento de crear al mundo, creando así la tierra y el mar, dando paso a la vegetación y a la tierra para poder cultivar alimentos, flores y plantas. Esta primera creación dio origen a los primeros olores del mundo y a una gran diversidad de colorido, lugar al que regresamos al partir de este espacio terrenal. Habiendo concluido la creación, los dioses decidieron que era momento de tener seres que pudieran venerarlos como creadores del mundo y así decidieron crear al hombre.
Cuenta la leyenda que los primeros dioses crearon al hombre y a la primera mujer de su carne, de maíz blanco, dieron también su semilla y su sangre del color de la tierra, les dieron cacao. Después de su creación los dioses pidieron a los hombres de maíz y cacao los veneraran, ofrendándoles su sangre y su carne. Entendiendo estos los hombres, decidieron que en cada fiesta de nacimiento, de matrimonio, de agradecimiento a la vida y a la muerte, ofrendarían lo más preciado que tenían, aquello que los dioses les habían regalado, su esencia de vida.
La festividad de día de muertos es un evento que se festeja desde tiempos prehispánicos, como una actividad que consagra a la vida después de la muerte y el chocolate es una bebida que no puede faltar en los altares que veneran a nuestros ancestros. Esto debido a que dentro de nuestro inconsciente aún existe la creencia que el líquido que circula en nuestras venas es agua de cacao y al igual que en el rito católico ofrendamos el cuerpo y la sangre de Cristo, hoy queremos volver hacer esta misma ofrenda a nuestros ancestros.
El códice Dresde, es un calendario escrito maya, que en resumen nos dice a que Dios se venera en que día, dicho de otra manera y ejemplificándolo con nuestro día a día, el códice Dresde es un almanaque con fecha, nombre del día, del mes, posición de la luna y santo a venerar. Al igual que hoy tenemos días especiales y conmemorativos, como el día de Reyes, de Candelaria y día de Muertos, nuestros abuelos los tenían y en estas fechas ellos ofrendaban tamales y chocolate espumoso, porque creían que de esta manera no sólo alimentaban el cuerpo de los dioses y de los muertos, sino que alimentaban su espíritu.
El pan de muerto que hoy día comemos, es una abstracción de un rito que hacían los primeros pobladores de Mesoamérica a los muertos, ofrendando cuerpo y sangre. Al cuerpo le daban vida mediante bolitas de masa de maíz blanco y en ocasiones lo mezclaban con amaranto, y estas eran bañadas con sangre proveniente de los sacrificios humanos. Después de la conquista, los españoles rechazaron ese tipo de sacrificios y decidieron cambiar el rito, elaboraron un pan de trigo en forma de corazón que era bañado en azúcar pintada de rojo, simulando así la sangre para sustituir este ritual.
Sin embargo, aunque se adoptó el pan como sustituto de la bolita de maíz y amaranto, en él se siguieron manejando abstracciones de la cosmovisión prehispánica. El pan de muerto con su forma circular representa el ciclo de la vida y la muerte, el sol naciente y el sol poniente. Hoy día podemos ver un sincretismo religioso en el diseño del pan de muerto, una contemplación que señala los cuatro rumbos del universo, cada uno dedicado a un dios distinto: Tezcatlipoca, Tláloc, Quetzalcóatl y Xipetotec y el corazón de la tierra al centro del mismo. El sabor y el aroma a azahar son por el recuerdo de los ya fallecidos, es la representación de los olores de la primera creación. La tradición de tomar y remojar el pan de muerto con chocolate es una manera de regresar la esencia de la vida, el cuerpo y la sangre de los dioses a nosotros. Es un acto de completo respeto y de desafío a la muerte misma. En estas fechas, participes de nuestras tradiciones, no deberíamos olvidar que como mexicanos debemos sentirnos orgullosos de los productos que nacieron y produce nuestra tierra.
Autor: Mayari Castellanos
Arqueóloga, Restauradora y Chocolatier